Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
Sobre la tierra por doquier me siga.
Con tal de oír tu voz nada me importa
Que el desdén de tu labio me maldiga
¡Mírame! Tus miradas me quemaron,
Y tengo sed de ese mirar eterno.
Por ver tus ojos, que se abrase mi alma
De esa mirada en el celeste infierno.
¡Ámame, nada soy, pero tu diestra
Sobre mi frente pálida un instante,
Puede hacer del esclavo arrodillado
El hombre rey de corazón gigante. [...]
Y quisiera morir, ¡pero en tus brazos,
Con la embriaguez de la pasión más loca,
Y que mi ardiente vida se apagara
Al soplo de los besos de tu boca!
Sobre la tierra por doquier me siga.
Con tal de oír tu voz nada me importa
Que el desdén de tu labio me maldiga
¡Mírame! Tus miradas me quemaron,
Y tengo sed de ese mirar eterno.
Por ver tus ojos, que se abrase mi alma
De esa mirada en el celeste infierno.
¡Ámame, nada soy, pero tu diestra
Sobre mi frente pálida un instante,
Puede hacer del esclavo arrodillado
El hombre rey de corazón gigante. [...]
Y quisiera morir, ¡pero en tus brazos,
Con la embriaguez de la pasión más loca,
Y que mi ardiente vida se apagara
Al soplo de los besos de tu boca!
JOSE MARTI
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